Y al irme por esa puerta, con el rostro lleno de lágrimas, pensé que nunca jamás volvería a verle.
Al día siguiente, recibí una llamada de la policía, anunciándome que el hospital donde estaba ingresado Andrew, había explotado en llamas.
Sin pensarlo un segundo, fui hacia allí pero ya era demasiado tarde. Luché con todas mis fuerzas para deshacerme de dos bomberos y un policía que me empujaban hacia atrás, apartándome de las llamas, y apartándome de mi amado. Sin fuerzas, me rendí. Entonces fue cuando vi como dos bomberos, cargaban un cuerpo en brazos, y se dirigían hacia la ambulancia. Era el cuerpo de Andrew. Estaba segura. Podía distinguirlo porque en su cuello, brillaba una pequeña piedrecita roja, nuestra piedra. Me acerqué, y vi su cara deformada por las quemaduras y negra por la ceniza y el humo pero aún así, era hermoso, era mi príncipe azul, que ahora galopaba en su caballo para conquistar otro reino. Y así fue como el traicionero destino, hizo que Andrew y yo, no pudiéramos vivir nuestro cuento de hadas o ahora mejor dicho, nuestro cuento de brujas.