Las cosas pasan por una razón. Podríamos atribuirlo al karma, a la fe o al destino. Pero sea como sea, todo tiene un significado y una razón de ser. Nacemos de una forma, pero todos somos relativamente iguales. De pequeños, sin haber desarrollado nuestras capacidades y nuestras mentes. Poco a poco forjamos una personalidad, una forma de ser y de pensar, un camino por el que queremos avanzar. Podemos encontrarnos con algún que otro cruce, con alguna roca que nos dificulte el camino, o con alguna noche helada, pero al final. siempre podemos perseguir nuestro destino, sea el que sea, y decidir que queremos hacer con él.
Pensaremos que no podemos, que las cosas se han retorcido de una manera tan poco interpretable que nada tiene un sentido real para nosotros. Viviremos con miedos interiores enmarañados por intención de superación. Intentaremos olvidarnos de las cosas malas y los peores momentos, incluso algunos, los ahogarán momentáneamente con el vodka y un piti vespertino. Otros se lanzarán a la piscina e intentarán no ahogarse.
Algunos muchos buscarán remedio en el sexo de una noche, y los pocos vencedores, optarán por afrontar la realidad. Una realidad que puede resultar-nos desoladora y dura, y nos encontraremos en un callejón oscuro esperando a que llegue un vagabundo y borracho encapuchado para luchar cuerpo a cuerpo con él y sentir que tenemos el poder, el dominio de nuestras vidas.
¿Cuantas noches pasaremos en vela mirando las estrellas y esperando una absurda señal astro estelar? ¿Cuantos amores consumados febrilmente pedirán perdón a un pobre corazón roto?
Inocuas respuestas a un enfurecido león macho que peligra con atacar.
Como todos nosotros, Lisa Iwran se despierta la mañana del martes trece de noviembre, mira hacia el cielo, y ve como un grupo de aves rezagadas emigran hacia países cálidos.
Tiene que preparar el café, meterse en la ducha, cojer el metro sentada junto al extraño señor con la barba gris y que lee un libro de cuentos, y llegar al trabajo.
Pero algo sucede ese día. Lisa no quiere ir a trabajar. No quiere preparar el café, y no quiere sentarse al lado del hombre que lee cuentos.
Y así como lo piensa, lo hace. En vez de café, se toma un zumo de naranjas exprimidas, en vez de ducharse, se lava la cara y se peina, y en vez de sentarse al lado el barbudo, se sienta al lado de unos chicos que chaporrotean unas notas mientras tocan la guitarra.
Su vida es la misma, pero algo ha cambiado.
Las aves le han mostrado un camino, y ella ha decidido arriesgarse y apostar por él. Por que, al fin y al cabo, las cosas pasan por una razón.