Queridos lectores:¡Feliz Sant Jordi! ¡Y feliz día del libro! Hoy es el mejor día del año. Libros, amor, rosas...¿qué más podría pedir? Bueno, que no tuviera que estudiar las perífrasis verbales ni los phrasal verbs, pero eso ya es pedirle demasiado a los astros del cielo.Como regalito del día de los enamorados y de la literatura, aquí está la quinta parte de LUZ, espero que la disfrutéis.Para leer, las otra partes, solo es necesario clicar aquí.
Luz V
Al
final acepté, ya sabes, la curiosidad es mi pecado número uno.
Dos
días después, nos encontramos en el café. Cuando te vi llegar con esa moto
negra… Bueno, el corazón me dio un vuelco.
Entraste
al café, y te sentase frente a mí.
-¿Resaca
de dos días?- bromeé. Tú sonreíste, y tus ojos brillaron.
-La
verdad es que cuando volví a casa esa noche, no recordaba nada, entonces vi tu
número y me acordé de ti.
-Vaya,
que elegante por tu parte.- musité.
-Bueno,
¿Qué quieres tomar?- preguntaste, mirándome a los ojos. Recuerdo que me puse
muy roja, y recé para que no te hubieras
dado cuenta.
-Un
cappuccino.
-¿Solo
un café? ¿No tienes hambre? Son las dos del mediodía.
-No.
-Bien,
ahora vuelvo.- dijiste mientras ibas a por los cafés. Yo me quedé ahí sentada, mirando
tu espalda. Hombros anchos, brazos largos…Para que mentir, me gustaba lo que
veía.
Tomamos
los cafés y hablamos, reímos y nos miramos.
Al
salir del establecimiento, una hora después, me preguntaste:
-¿Te
llevo a casa?
Yo
giré la cabeza en dirección a la moto, y me mordí el labio.
-No
gracias.
-¿Te
da miedo?- inquiriste, burlón.
-En
realidad me da miedo lo que pueda decir mi hermano si aparezco montada en una
moto con un chico.
Tú
te tronchaste.
-Me
alegra divertirte.- susurré.
-La
próxima vez traeré el coche.
-¿Tienes
coche? ¿Cuantos años tienes?- pregunté impresionada y asustada a la vez. No
parecías mucho más mayor que yo.
-Dieciocho.-repusiste,
y yo respiré hondo. Sólo uno más que yo, pensé.
-Espera…
¿Te he oído decir la próxima vez?- tu volviste a sonreír burlón.- ¿Crees que
habrá próxima vez?
Te
encogiste de hombros.
-Quien
sabe, a lo mejor nos volvemos a encontrar por ahí. El mundo es muy pequeño.
Pero por si un caso, guarda mi número.
Al
llegar esa noche a casa, no pude evitar hablarle de ti a Carlos. Ya sabes que
confío en él plenamente. Es mi hermano, y mi mejor amigo.
Recuerdas
a Carlos ¿verdad? Me ayudó con mis padres el año pasado, cuando… En fin, cuando
tuve el problema. >>
-¡Tu!- exclamó una voz femenina desde la puerta de la
habitación. Giré la cabeza y encontré a Nicole, la madre de Eric.
-¿Qué estás haciendo aquí?- inquirió con rabia.
-Vengo aquí cada día.- respondí con calma.
-Bueno, me encargaré de que no vuelva a suceder.
Un fuego interior que no conocía creció en mi
interior. Me levanté del sillón, posé la mano de Eric que había estado sosteniendo en su pecho y me
encaré a Nicole.
-Eso no es justo.
Ella profirió una carcajada sonora y sin humor.
-Tú precisamente, tú, ¿me hablas de justicia? Si mi
hijo está aquí es por tu culpa. Tú lo metiste en esto, y él ahora está en coma.
-¿Crees que no lo sé?- le solté. Los puños me
temblaban de rabia, y noté un calor abrasador en mis mejillas.
-Sé que es mi culpa. Sé que él está en coma y yo
no, y daría lo que fuera porque no fuera así. Y está bien, puedes culparme.
Todo lo que quieras. Pero eso no hará que despierte. Él me quería, y yo a
él. Y eso es lo que más me duele, porque me mata pensar que le quiero y le
estoy haciendo pasar por esto.
Al acabar de hablar, volví a sentarme en el sillón,
agotada. Encerré mi rostro entre mis manos.
Nicole no dijo nada en unos minutos, y cuando
habló, lo hizo con voz contenida.
-Cuando Eric tenía seis años, se empeñó en tener un
monopatín. Todos sus amigos lo tenían, y él también lo quería. Sin embargo, yo
sabía que no era buena idea, pues Eric tiene muy poco equilibrio. Me daba miedo
que se hiciese daño. Pero al final, me convenció, ya sabes, puede convencer a
cualquiera. Días después estábamos en el hospital, porque se había caído del
monopatín y se había dado un golpe en la cabeza.
En ese momento pensé que no volvería a montar en un
monopatín jamás, pero mi hijo es sorprendente, y días después de darle el alta
del hospital, volvió a subir al monopatín.
No es que me hiciera mucha gracia, pero comprendí
que no se iba a rendir, y que se hubiese caído solo incrementó que quisiese
continuar aprendiendo.
Me quedé pensando unos segundos, imaginando a Eric
de pequeño, sonriendo con sus hoyuelos marcados, su pelo rubio brillante al sol
y subido en un monopatín.
Nicole suspiró hondo y se sentó en una silla al
otro lado de la cama, frente a mí.
-Alicia, no puedo decirte que no te culpo por lo
que ha pasado, porque lo hago, pero sé que no puedo alejarte de él. Tú eres su
monopatín.- intenté que esa comparación no me molestase.- Solo cuando
despierte- continuó Nicole, con un nudo en la garganta- Si despierta, podrá
decidir que quiere hacer.
La miré a los ojos, esos ojos azules que tanto
extrañaba. Eran los mismos ojos. Madre e hijo compartían un físico parecido,
sin embargo, yo no podía dejar de pensar en lo diferentes que eran a la hora de
pensar.
No sabía que decir. ¿Qué podía decir? ¿Gracias?
Nicole me ahorró el trabajo de pensar una respuesta
cuando dijo:
-Necesito estar a solas con él. Vete a casa.
No era una orden, más bien una petición, pero
asentí con la cabeza, y tras echar una última hojeada al rostro del chico al
que amaba, abandoné la habitación.
To be continued...