23 abril 2012

Luz V (Especial 23 de abril)


Queridos lectores:¡Feliz Sant Jordi! ¡Y feliz día del libro! Hoy es el mejor día del año. Libros, amor, rosas...¿qué más podría pedir? Bueno, que no tuviera que estudiar las perífrasis verbales  ni los phrasal verbs, pero eso ya es pedirle demasiado a los astros del cielo.Como regalito del día de los enamorados y de la literatura, aquí está la quinta parte de LUZ, espero que la disfrutéis.Para leer, las otra partes, solo es necesario clicar aquí.


Luz V
Al final acepté, ya sabes, la curiosidad es mi pecado número uno.
Dos días después, nos encontramos en el café. Cuando te vi llegar con esa moto negra… Bueno, el corazón me dio un vuelco.
Entraste al café, y te sentase frente a mí.
-¿Resaca de dos días?- bromeé. Tú sonreíste, y tus ojos brillaron.
-La verdad es que cuando volví a casa esa noche, no recordaba nada, entonces vi tu número y me acordé de ti.
-Vaya, que elegante por tu parte.- musité.
-Bueno, ¿Qué quieres tomar?- preguntaste, mirándome a los ojos. Recuerdo que me puse muy roja, y  recé para que no te hubieras dado cuenta.
-Un cappuccino.
-¿Solo un café? ¿No tienes hambre? Son las dos del mediodía.
-No.
-Bien, ahora vuelvo.- dijiste mientras ibas a por los cafés. Yo me quedé ahí sentada, mirando tu espalda. Hombros anchos, brazos largos…Para que mentir, me gustaba lo que veía.
Tomamos los cafés y hablamos, reímos y nos miramos.
Al salir del  establecimiento, una hora después, me preguntaste:
-¿Te llevo a casa?
Yo giré la cabeza en dirección a la moto, y me mordí el labio.
-No gracias.
-¿Te da miedo?- inquiriste, burlón.
-En realidad me da miedo lo que pueda decir mi hermano si aparezco montada en una moto con un chico.
Tú te tronchaste.
-Me alegra divertirte.- susurré.
-La próxima vez traeré el coche.
-¿Tienes coche? ¿Cuantos años tienes?- pregunté impresionada y asustada a la vez. No parecías mucho más mayor que yo.
-Dieciocho.-repusiste, y yo respiré hondo. Sólo uno más que yo, pensé.
-Espera… ¿Te he oído decir la próxima vez?- tu volviste a sonreír burlón.- ¿Crees que habrá próxima vez?
Te encogiste de hombros.
-Quien sabe, a lo mejor nos volvemos a encontrar por ahí. El mundo es muy pequeño. Pero por si un caso, guarda mi número.
Al llegar esa noche a casa, no pude evitar hablarle de ti a Carlos. Ya sabes que confío en él plenamente. Es mi hermano, y mi mejor amigo.
Recuerdas a Carlos ¿verdad? Me ayudó con mis padres el año pasado, cuando… En fin, cuando tuve el problema. >>
-¡Tu!- exclamó una voz femenina desde la puerta de la habitación. Giré la cabeza y encontré a Nicole, la madre de Eric.
-¿Qué estás haciendo aquí?- inquirió con rabia.
-Vengo aquí cada día.- respondí con calma.
-Bueno, me encargaré de que no vuelva a suceder.
Un fuego interior que no conocía creció en mi interior. Me levanté del sillón, posé la mano de Eric  que había estado sosteniendo en su pecho y me encaré a Nicole.
-Eso no es justo.
Ella profirió una carcajada sonora y sin humor.
-Tú precisamente, tú, ¿me hablas de justicia? Si mi hijo está aquí es por tu culpa. Tú lo metiste en esto, y él ahora está en coma.
-¿Crees que no lo sé?- le solté. Los puños me temblaban de rabia, y noté un calor abrasador en mis mejillas.
-Sé que es mi culpa. Sé que él está en coma y yo no, y daría lo que fuera porque no fuera así. Y está bien, puedes culparme. Todo lo que quieras. Pero eso no hará que despierte. Él me quería, y yo a él. Y eso es lo que más me duele, porque me mata pensar que le quiero y le estoy haciendo pasar por esto.
Al acabar de hablar, volví a sentarme en el sillón, agotada. Encerré mi rostro entre mis manos.
Nicole no dijo nada en unos minutos, y cuando habló, lo hizo con voz contenida.
-Cuando Eric tenía seis años, se empeñó en tener un monopatín. Todos sus amigos lo tenían, y él también lo quería. Sin embargo, yo sabía que no era buena idea, pues Eric tiene muy poco equilibrio. Me daba miedo que se hiciese daño. Pero al final, me convenció, ya sabes, puede convencer a cualquiera. Días después estábamos en el hospital, porque se había caído del monopatín y se había dado un golpe en la cabeza.
En ese momento pensé que no volvería a montar en un monopatín jamás, pero mi hijo es sorprendente, y días después de darle el alta del hospital, volvió a subir al monopatín.
No es que me hiciera mucha gracia, pero comprendí que no se iba a rendir, y que se hubiese caído solo incrementó que quisiese continuar aprendiendo.

Me quedé pensando unos segundos, imaginando a Eric de pequeño, sonriendo con sus hoyuelos marcados, su pelo rubio brillante al sol y subido en un monopatín.
Nicole suspiró hondo y se sentó en una silla al otro lado de la cama, frente a mí.
-Alicia, no puedo decirte que no te culpo por lo que ha pasado, porque lo hago, pero sé que no puedo alejarte de él. Tú eres su monopatín.- intenté que esa comparación no me molestase.- Solo cuando despierte- continuó Nicole, con un nudo en la garganta- Si despierta, podrá decidir que quiere hacer.
La miré a los ojos, esos ojos azules que tanto extrañaba. Eran los mismos ojos. Madre e hijo compartían un físico parecido, sin embargo, yo no podía dejar de pensar en lo diferentes que eran a la hora de pensar.
No sabía que decir. ¿Qué podía decir? ¿Gracias?
Nicole me ahorró el trabajo de pensar una respuesta cuando dijo:
-Necesito estar a solas con él. Vete a casa.
No era una orden, más bien una petición, pero asentí con la cabeza, y tras echar una última hojeada al rostro del chico al que amaba, abandoné la habitación.

To be continued...

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