-Claro, claro que querría odiarte, odiarte con todas mis fuerzas, e incluso a veces, cuando nos peleamos, pienso que te odio, pero vuelvo a mirarte y…-las palabras quedaron en el aire. El muchacho seguía con los ojos fijos en ella, llameantes como el fuego.
-Sé que no puedes odiarme, yo a ti tampoco, pero tampoco puedo permitirme quererte.- Replicó la muchacha, sin poder mirarle. Notó como él se acercaba, taciturnamente. Estaban lo bastante cerca el uno del otro como para que Gaby pudiera sentir su aliento, y el calor de su cuerpo.
-¿Por qué no puedes?- preguntó Adam, con voz queda.
-No lo entiendes…-empezó a decir ella.
-Lo único que entiendo- le cortó él- es que siento por ti algo que nunca antes he sentido, algo desconocido, nuevo, y si los dos sentimos lo mismo…
-Yo no siento nada por ti.- afirmó la muchacha, no muy segura de sus palabras, y sabiendo que cada una de ellas era una sucia blasfemia.
-Mientes.- volvió a musitar Adam, esta vez con tono enojado.
-¿Por qué no me crees?- Adam la miró de arriba abajo, suspiró, y se pasó la mano por sus dorados cabellos. Estaba muy cansado, después de aquel día tan agotador. Gaby era hermosa, aunque ella no lo sabía. Uno de sus rizos negros, le caía por la frente, y con mucho esfuerzo, retuvo el impulso de apartárselo, y colocarlo en su sitio. ¿Qué le estaba pasando? Normalmente tendían a atraerle las chicas, pero no de esa forma. Esto iba mucho más allá de la pura atracción.
-Porque no me estás diciendo la verdad.- dijo él, al fin.
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