18 enero 2012

Historia se escribe con A de Amor.


No, no he conocido al amor. Aún no he tenido el honorable placer de conocer al excelentísimo señor amor. Y cuando lo haga, si lo hago, me quitaré el sombrero, y le haré una reverencia. Pues, según dicen los eruditos en ese campo, es un señor poderoso, venerable y con un temperamento un tanto extravagante. Puede que hasta hagamos buenas migas.
Puesto que todo el mundo habla de él, supuse que era un hombre de aire público, pero tras mucho buscar entre montañas, ríos, ciudades y desiertos,  he descubierto que es un hombre al que le gusta permanecer en el anonimato Algunos le conocen, otros solo han oído hablar de él, y algunos, simplemente alcanzaron ver su sombra.
Es un señor viejo, muy,  muy viejo. Más que los árboles milenarios que pueblan los bosques de Canadá. Más que los templos incas o mayas. Más que  el tiempo que marcan los relojes del calendario maya.
Los clásicos romanos y griegos veían en él la forma de un bebé rechoncho y semidesnudo que lanzaba flechas para enamorar.  Los babilonios, por su parte, tenían a la diosa Nindaranna, más conocida en occidente como Venus, una diosa de belleza extrema y grandes poderes para la fertilidad de las mujeres.  Nórdicos y germánicos, creían, y creen en Freyja, diosa de la que se cuentan millones de leyendas.  Pero que nadie insinúe que solo las mujeres y los bebes rechonchos han sido venerados como portadores del amor, pues la vieja cultura mexica, nos trae a Xochipilli, un dios con un nombre un tanto gracioso y enamoradizo.
No seais ingenuos, que no solo aparece amor en los mitos y en las antiguas creencias, en la literatura y en el cine, posteriormente, también encontramos rastros de este escurridizo hombre.
El británico Shakespeare lo percibió entre las páginas de su ensayo Romeo y Julieta; pero el toledano Fernando de Rojas no quiso rezagarse, y buscó hasta encontrar esa misteriosa sombra, para después plasmarla en la fabulosa tragicomedia de Calisto y Melibea, para los mundanos como nosotros, La Celestina.
Y  eso no se queda aquí, el asombroso amor ha aparecido entre amantes tan conocidos como Tristán e Isolda, Ulises y Penélope, y en la gran pantalla, encontramos a Sandy y el brillantinas de Danny, o incluso en la mas actual novela pasada a la pantalla que todos estamos hartos de ver: el crepuscular amor entre Edward y Bella.
Y tras este corto y apresurado viaje por la historia, tengo el deber de preguntarme si todos estos dioses, tanto  nórdicos como griegos y romanos, no son realmente la sombra de nuestro queridísimo señor amor.
Un interrogante grandioso se presenta ante mí.
Todas las etnias que existen o han existido, todos los siglos desde el comienzo de este mundo sea cual sea, han tratado de encontrar a Amor, con mayúscula y escrito con A. Me pregunto que se sentirá al encontrarte frente a frente con él.
Por lo que me han contado, unas extrañas mariposas revolotean por tu barriga, roja sangre cubre tus mejillas, un deseo imperioso te azota cual un látigo ardiente, y literalmente, tu corazón se incendia con ese fuego tan poderoso que como más intentes deshacierte de él, más brillante, intenso y caliente se siente.
Eso me han contado.
Así pues… ¿Por qué a la gente le gusta tanto la sensación de quemazón? El dolor no suele producir una reacción positiva en el ser humano
Pero cuando les pregunto acerca, siempre me contestan lo mismo:
“Porque aunque duela con todo el alma, el calor que emana esa llama y que te recorre el cuerpo es la mejor sensación que un hombre podrá sentir jamás.”


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