04 enero 2012

Luz (Parte IV)

Aquí está la esperada cuarta parte de "Luz". Para leer las 3 anteriores partes, haced clic aquí:  Luz. 1, 2 ,3

Los días iban pasando y él no despertaba. Era como si estuviese viviendo un sueño. Uno de esos en los que quieres llegar a algún sitio pero siempre encuentras algún estúpido obstáculo que te lo impide.  Intentaba llegar a él por todos los medios posibles. Los médicos me habían dicho que intentase hablarle, ya que a veces en estos comas el paciente puede llegar a notar, inconscientemente, que alguien le está hablando, o que está sucediendo algo.
Yo seguí el consejo, así que una semana después del " accidente" me dirigía al hospital vestida con una falda plisada, unas botas marrones y una camiseta amarilla. Llevaba el pelo negro como el carbón recogido en una trenza, y un poco de brillo de labios. Me había arreglado para él. Aunque sabía que no podía verme, yo sentía que debía hacerlo.
Al entrar en la recepción me dirigí al mostrador.
-Alicia- me llamó Marina, la secretaría del doctor Jaime. -Si buscas al paciente de la habitación 406, lo han trasladado a la planta baja, número 312.
Yo fruncí el ceño. ¿Por qué lo habían trasladado?
-Gracias Marina, acabo de llegar.- le dije, y sonreí un poco.
Marina me miró como si no supiese si decirme algo o no.
-¿Pasa algo?- pregunté asustada.
-¡No, no!- exclamó Marina mientras hacía un gesto rápido con las manos. -Solo quería preguntarte algo.
Me tranquilicé un poco, y las pulsación de mi corazón empezaron a bajar de velocidad.
-¿De  qué se trata?
-Bueno...me preguntaba, ya que todos los días vienes aquí a verle, ¿Qué hay entre tú y él?
¿Entre yo y él...? Me quedé pensando un buen rato. Eso era algo que había pensado antes, pero nadie me lo había preguntado hasta ese momento.
-Supongo...supongo que somos novios.
Novios. Pareja. Compañeros. Amantes. Novios.
Marina me miró como si yo fuera un perrito abandonado.
-Pobre...Lo siento.
¿Lo siento? ¿Cómo que lo siento? La gente dice lo siento cuando alguien está muerto. Pero él no lo está. No.
-¿De verdad que no sucede nada con él?- pregunté, algo mareada.
-Alicia.- suspiró Marina- Sigue en coma, sus pulsaciones son estables, pero no sabemos que va a pasar. Lo único que podemos hacer es esperar.
Esperar. Esa era la palabra que me había acompañado todo ese tiempo.
-Bueno.- dije abatida- Voy a verle. ¿312?
Marina asintió con la cabeza y me regaló una sonrisa.

Al abrir la puerta de la habitación vi que esta era más grande, cómoda y familiar. ¿Era eso una señal? ¿Se quedaría aquí mucho tiempo?
No lo sabes, Alicia, me obligué a pensar. Puede que despierte mañana, o puede que no.
Me senté en el sillón que había al lado de la cama, y tomé su mano. El contacto hizo que se me erizara el bello de la nuca. Su mano estaba caliente. Podía notar como su sangre corría por las venas. Estaba vivo. 
Al cabo de unos minutos conseguí armarme de suficiente valor para hablar, aunque en voz muy baja.
-Eric...-sólo decir su nombre un nudo gigante me oprimía la garganta.
-Eric - repetí- Sé que estás ahí, en alguna parte. Sé que intentas buscarme, regresar. Si no- solté una carcajada cargada de emoción contenida- Ya te puedes preparar para cuando despiertes. Estoy aquí, esperándote. Te esperaré lo que haga falta, pero tienes que intentar regresar. Ven a buscarme Eric.
Como ya esperaba, las lágrimas empezaron a dejar huella en mi rostro.
-Voy a hacer algo. Voy a contarte toda tu historia, mi historia, nuestra historia, pero tienes que prometerme que intentarás recordarlo.
Tomé aire, respiré hondo unas cuantas veces y empecé a hablar.
<<- El primer día que te vi, estabas con tus amigos en aquel bar con música indie.¿Te acuerdas? Recuerdo que habías tomado unas copitas de más.- me reí sola- Y te acercaste a mí.
-¿Perdona, puedo pedirte que aceptes una copa?- me preguntaste. Yo me reí, pues sabía que habías bebido y tus mejillas estaban rosadas. Me pareciste mono. Tu pelo rubio alborotado, tus grandes y profundos ojos azules, y tus labios rojos y finos.
-Lo siento, pero no suelo aceptar bebidas de borrachos.
-Entonces...aceptarás salir conmigo cuando esté sobrio?-  insististe, y me guiñaste un ojo.
-No lo sé. Por qué tendría que aceptar salir contigo?
-Bueno- replicaste, sonriendo pícaramente y despeinándote el pelo.- No lo sé, pero, ¿no tienes curiosidad por saberlo?

To be continued...

No hay comentarios:

Publicar un comentario