Hay cosas en la vida que es mejor no ver. Cosas de las que te arrepientes. Esta no. Verlo en esa cama, inconsciente, como un ángel durmiente, dolió. Pero no me arrepiento de haber abierto la puerta. Porque aún con un ojo morado, una cicatriz atravesándole la mejilla izquierda, con montones de cables de colores por el cuerpo y mas vendas que la momia Tutankamón, seguía siendo él, y seguía siendo perfecto.
Seguí avanzando hacia la cama, sintiéndome pesada, como si llevara a rastras una roca por el suelo.
Pero al mismo tiempo, mi cuerpo se sentía atraído hacia delante, ansioso por tocar su rostro, por mantener un leve contacto con su piel, y que eso provocase el leve corriente eléctrico que recorría mi cuerpo siempre que me tocaba, y que ahora notaba en falta.
Al verle más de cerca, un pequeño engranaje de alguna parte de mi cuerpo se desencajó. Permanecía con los ojos cerrados, y yo necesitaba recorrer sus familiares ojos azules, sentir esa paz, esa tranquilidad y esa pureza que me transmitían.
Eso quedó compensado cuando acaricié su rostro levemente, como alas de mariposa acarician una flor.
Solo con ese contacto, solo con saber que él estaba ahí yo podía estar bien. Claro que, si, estaba ahí físicamente, pero su mente vagaba lejos de allí.
Los días siguientes los recuerdo difusos, como uno de esos días de niebla en que no puedes ver más que lo que tienes justo en frente. Y yo tenía al amor de mi vida, inconsciente, sumido en un sueño feroz.
Iba y venía del hospital, solo lo dejaba por petición de Carlos –sinceramente, era obligación- ya que por mi me hubiese quedado en el hospital las veinti- cuatro horas.
Tampoco es que en casa hiciese mucho. Conseguía dormir una o dos horas seguidas, pero siempre me despertaba abruptamente con una sensación amarga en el pecho y en la garganta.
-Alicia- dijo Carlos de repente.- Mira, tengo que decirte algo.
Eso me asustó. Ambos estábamos sentados en el sofá de piel negro del salón. Eran las dos de la mañana, ninguno podía dormir, y aunque de fondo se oía la televisión, ninguno de los dos parecía tener mucho interés en ella, ya que la tele tienda no es lo nuestro.
-Eh…no sé muy bien como decir esto…Verás, el médico que ha aconsejado que te comente esto…-MÉDICO. Eso me puso con los nervios a flor de piel. Carlos parecía estar buscando la forma de explicarse.
-Carlos, prefiero que lo sueltes de una vez.
Él me miró, preocupado. Conocía esa mirada- de hecho todas sus miradas- y no me tranquilizaba para nada. Suspiró, y habló.
-Alicia, puede que él no despierte.
To be continued...
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