12 marzo 2011

luz


Durante los últimos escasos segundos, pude percibir el ruido de su corazón. Un ritmo rápido, con subidas y bajadas irregulares, un sonido alarmante, y tranquilizador a la vez. Estaba vivo.

Cuando desperté, en esa cama con sábanas blancas, con un tubo enganchado a mi brazo y con una sensación de malestar en el cuerpo, reconocí rápidamente el lugar.Esas cortinas verdes, y esa butaca azul con un tapiz de rayas no podía ser obra de nadie mas que de un decorador de hospitales. Y lo sabía porque había pasado parte de mi vida en ellos, en los hospitales, quiero decir.
Noté un olor extraño,un olor que reconocí poco después.
-Este café es asqueroso.- dije, con voz ronca.
Carlos, sentado a mi lado, se inclinó hacía mi con una sonrisa en los labios.
-Lo sé hermanita, ¿quieres un poco?-negué con la cabeza, aunque creo que con mi marcada mueca de asco ya la hubiera quedado claro.
-¿Cuanto hace que estoy aquí?- pregunté, incorporándome con cuidado, con la ayuda de Carlos.
-Dos días,una hora y...-miró su reloj-veinte minutos.
-¿Y cuando podré marcharme?- volví a preguntar.
Carlos seguía mirándome, pero sus ojos reflejaban que algo le preocupaba.
-Alicia, no quiero preguntas, quiero respuestas. ¿Qué pasó realmente?


Al final, conseguí que me dieran el alta dos días después. Contra mi voluntad, me llevaron a casa, y me hicieron cambiar de ropa. Mi hermano insistía en que debía descansar en mi cama, pero yo lo único que quería era volver al hospital.
Porque por extraño que pudiera parecer, durante los días que había estado en el hospital, no me habían dejado salir de la habitación. Y no es que no lo hubiese intentado, pero siempre que me levantaba, de puntillas para no hacer ruido, ahí estaba Carlos, con su café en mano, reteniendome en la habitación. Ese café podía oler a queso podrido, pero funcionaba mejor que ninguno.
Así que tras mucho insistir, y mucho negociar, esa noche acabé tumbada en la cama de mi habitación, observando las vacías paredes lilas.
No pegué ojo. Tampoco tenía muchas esperanzas puestas en ello. Por la mañana, cuando la luz del despertador marcó las siete, fui hacia el baño a ducharme, desperté a Carlos y desayunamos.
-Alicia, él aún no ha despertado, ya lo sabes, y tu aún no te has recuperado del todo, así que tal vez sería mejor que te quedases en casa...
-Ya me han dado el alta- respondí, cogiendo la chaqueta del armario de la entrada. -Y el médico manda.- añadí.
Yo sabía que él aún no había despertado, pero aun así, necesitaba verle, necesitaba saber que estaba ahí, aunque inconsciente, su corazón seguía latiendo.
Carlos pareció darse por vencido, porque al final accedió a llevarme al hospital, con su viejo Chevrolet.
-De verdad, no sé que le encuentras a este coche, es viejo, hace un ruido espantoso y gasta mucha gasolina, y tal como está el planeta no contribuye demasiado en la tarea de recursos naturales.- comenté mientras cruzábamos la calle que había frente al hospital. Carlos parecía nervioso, bueno, para ser sincera yo también lo estaba, por eso intentaba entablar conversación con él. Pero como su coche, él tampoco contribuía demasiado.
-Porque las cosas sean feas, o estén algo estropeadas no significa que no sean buenas, este coche me trae muy buenos recuerdos, es parte de mi vida, y eso es lo que me importa.
-Fantástico, así que tendré que aguantar ese ruido hasta que un día deje de funcionar.- Por mi cabeza empezaron a pasar diversas posibilidades de roturas de volantes y otros accidentes mecánicos.
-Ni se te pase por la cabeza. -me amenazó Carlos, adivinando mis pensamientos.
-Descuida, yo no mato ni a una mosca.- respondía, aunque me arrepentí al instante de haberlo dicho.
Carlos me miró con una mirada que conocía muy bien, y significaba "muy bien apuntado, hermanita".
La recepcionista del hospital me reconoció en seguida, y nos indicó la habitación 406.
Carlos dijo que iba a por un café, una escusa muy pobre, tratándose del café-queso-podrido. Yo me dirigí a la habitación, y sin la presencia de Carlos a mi lado los nervios fueron incrementando, hasta el punto de equivocarme de habitación. Cuando al final encontré la habitación correcta, no podía casi respirar. Me decía a mi misma que debía respirar hondo, pero eso me ponía aún más nerviosa.
Tal vez Carlos tenía razón y aún no estaba preparada.Tal vez, el verle inconsciente en esa cama solo empeoraba las cosas... Pero fuese como fuese, la necesidad de verle ganó al resto, y abrí la puerta.



To be continued...








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